«Puse rumbo al horizonte,y por nada me detuve,

ansioso por llegar donde las olas salpican la nubes…»

Estos versos de Joan Manuel Serrat ayudan a plantearnos una cuestión que llevamos algún tiempo viendo en clase: y ahora ¿qué?, ¿qué va a ser del movimiento de los Indignados del 15M?  Porque, y ya lo hemos visto, no todo puede consistir en acampar en una plaza para hacer ¿qué?

Ciertamente, tuvo su papel, nos ayudó a hacer visible nuestro enfado por la incapacidad de nuestros políticos para encontrar una solución social, no solo económica, a la crisis que no sufren quienes la provocaron. Fue el detonante de algo que debe empezar a ser de otro modo.

En esta línea, el artículo que Daniel Innerarity escribe en Babelia (25 de Junio) puede ayudar en este camino. Su referencia a la ausencia de un ‘horizonte deseable’ entre quienes se indignan, vuelve a traer, tras estos tiempos de neutra post-modernidad, la necesidad de una frankfurtiana utopía como  horizonte crítico del presente. Necesitamos replantearnos a dónde queremos llegar, qué queremos conseguir y cómo vamos a ese horizonte.

Poder llegar a vislumbrarlo, aunque nunca se alcance («cuanto más voy pa’allá / más lejos queda«) es quizá lo que necesitamos. La indignación debe dejar paso a la organización, a la presentación de propuestas y a la rehabilitación de eso que se dio en llamar la sociedad civil. No se trata de renunciar a la democracia y a los partidos políticos, pues peor estaríamos sin ellos (no podemos olvidar ese Caudillaje por la Gracia de Dios), sino de profundizar en su función y ‘obligarles’ a ser aquello que lograron ser en un tiempo y que ahora deberían volver a ser. Hay que trabajar desde dentro para recuperar lo que nos corresponde…

© Humberto PÉREZ GÁMEZ